La técnica de don Saúl y Waldy nos recuerda que la sabiduría ancestral sigue teniendo un lugar en nuestra vida moderna y que a veces las respuestas más sencillas son las más efectivas
Don Saúl Ávila Alonzo llegó al mundo en la aldea de El Ocote, Cantarranas en 1949. Su padre, miembro de los Ávila de Sabanagrande, fundó la aldea y allí creció don Saúl. A pesar de sus humildes orígenes, demostró una inteligencia innata y aprendió las primeras letras a sus 12 años en una modesta aula construida en la aldea de Sicaguara por el triunviro Roque J. Rodríguez.
Aunque sólo estudió durante ocho meses, su capacidad de aprendizaje llamó la atención de sus maestros, quienes lo nombraron tutor de otros niños. Y a pesar de no terminar la escuela primaria, don Saúl domina con gran facilidad las operaciones aritméticas fundamentales.
Con 73 años, don Saúl sigue impresionando a quienes lo conocen. En esta ocasión, frente a un grupo de personas, usó un simple palo para hacer complicadas multiplicaciones de metros cúbicos en la tierra y resolvió mentalmente sumas de dos y tres cifras sin titubear.
Don Saúl procreó doce hijos con su esposa Petrona Barahona Torres -seis mujeres y seis hombres- y ha pasado casi medio siglo de su vida buscando agua en las zonas más apartadas del departamento de Francisco Morazán y El Paraíso. Su carrera como experto en este campo comenzó en la década de 1970, cuando el Ministerio de Salud lo contrató para ir a buscar agua.
“Yo me inicié porque los de Salud me buscaron para que hiciera un pozo y ahí fui tomando experiencia”, detalla don Saúl. Desde entonces, ha brindado sus servicios sin descanso a quienes necesitan de su habilidad para encontrar agua en diferentes puntos de los departamentos de Francisco Morazán y El Paraíso.
El sistema de las varillas y el alambre de púas
Don Saúl Ávila arribó a su cita de El Carbón, Cantarranas en moto, con una amplia sonrisa dibujada en su rostro. A su lado, su hijo Waldy Rossnel Ávila Barahona (31) lo acompañaba con igual alegría. En las manos de don Saúl se podían ver dos varillas de bronce, en forma de L, relucientes bajo el sol. Mientras tanto, su hijo sostenía con firmeza un pedazo de alambre de púas, de alrededor de una yarda de longitud. La pareja padre-hijo parecía lista para alguna tarea en específico, pues ambos utensilios sugerían un propósito definido. Quizás estaban buscando algo o siguiendo alguna pista, y parecían estar seguros de lo que hacían.
Don Saúl, quien se autodenomina detectador de agua, explica con entusiasmo que las varillas de bronce son su método preferido para encontrar pozos de agua subterránea. Según él, el primer paso para detectar agua es “ver la fisonomía del terreno” y las plantas que crecen allí; por ejemplo, cordoncillo, guajiniquil y guarumo. Es asombroso ver cómo don Saúl utiliza las varillas en su técnica. Sosteniendo las varillas por los vértices como si fueran una pistola, camina en línea recta hasta que, ante nuestros ojos, las varillas comienzan a moverse y a unirse gradualmente, formando una equis en el centro. Luego, al dar unos pasos más, las varillas vuelven a su posición inicial. Aquellos familiarizados con el tema afirman que el bronce es capaz de detectar sutiles vibraciones de energía que se encuentran en el entorno. En este caso, don Saúl emplea esta capacidad del bronce para encontrar agua subterránea. Con estas varillas compradas por 25 lempiras en los años ochenta, don Saúl ha encontrado minerales y rocas preciosos de colores impresionantes, así como aguas enigmáticas. En El Naranjal, se topó con un líquido viscoso y aceitoso, del que tomó muestras para analizar en su casa, sin éxito.
Don Saúl y Waldy tienen otro método ancestral e ingenioso para encontrar venas de agua subterránea. Waldy camina con un alambre de púas en forma de arco alrededor de su abdomen, sujetándolo por las puntas y ejerciendo presión. Cuando se acerca a una vena de agua, el alambre comienza a doblarse y retorcerse, adoptando caprichosamente la forma de un ocho. Waldy afirma que esto sucede de manera casi natural. Es importante que el alambre no toque la piel, ya que cualquier interferencia podría alterar el resultado.
Hace unos quince años, don Saul y Waldy dicen que recibieron otro "sistema" de un señor guatemalteco en la Villa de San Francisco. Don Saúl, especialmente, está muy satisfecho con este nuevo sistema, pues, sus varillas sólo detectan materiales como bronce, plomo, cobre e incluso clavos; mientras que el alambre tiene una precisión mayor en la detección de agua. Sin embargo, se queja de que el método sólo funciona para Waldy y no para sus otros hijos.
Para asegurarse de encontrar agua subterránea, ambos varones hacen un doble chequeo en la propiedad: “Yo voy adelante y él va detrás, porque esto es lo que tiene esta varilla, que ya puede ser poquita el agua y la detecta; pero el que va a dar el visto bueno es el alambre porque él se dobla sólo donde hay caudal”, explica don Saúl. De esta manera, ambos trabajan juntos para garantizar que el hallazgo de agua sea lo más preciso posible.
Es fascinante cómo algo tan simple puede revelar información valiosa sobre el mundo que nos rodea. La técnica de don Saúl y Waldy nos recuerda que la sabiduría ancestral sigue teniendo un lugar en nuestra vida moderna y que a veces las respuestas más sencillas son las más efectivas.
Éxito y contribución a la comunidad
La emoción en la voz de don Saúl es palpable. Su rostro se ilumina con una sonrisa amplia y radiante mientras comparte su experiencia de encontrar agua. “Para nosotros es una gran satisfacción y alegría cuando uno agarra un puño de tierra, así, y no se desmorona… diga usted, dentro de un metro o dos ahí está el agua”, dice con entusiasmo. Es evidente que para él, encontrar agua es más que un trabajo: es una pasión.
El maestro detector de pozos de agua subterráneos ha recorrido diversos lugares en su búsqueda de este valioso recurso natural. Desde pequeñas aldeas hasta la Villa de San Francisco, Tegucigalpa, Yuscarán y Cerro de Hula, ha recorrido cada rincón de la zona. Y su perseverancia ha dado sus frutos: ha descubierto una veintena de pozos hasta la fecha. Don Saúl es un trabajador incansable, y aunque revela haber “perdido tres pozos por motivos de lo imposible de pasar”, él sigue adelante. “Si tuviéramos un rotamartillo, con un rotamartillo pasamos para abajo”, añade. Su determinación es admirable, y es evidente que su amor por su trabajo lo mantiene motivado.
Pero la verdadera clave de su éxito, según don Saúl, es la publicidad de boca en boca. Su reputación como detector de fuentes de agua se ha extendido como un reguero de pólvora en su zona, y su nombre es sinónimo de éxito en la búsqueda de agua. Y no es difícil ver por qué. Su pasión y dedicación son contagiosas, y su habilidad para encontrar agua es verdaderamente impresionante.
Don Saúl es un líder solidario que no ha descuidado su comunidad; ha sabido poner a disposición sus habilidades buscando alternativas de adaptación a los cambios climáticos y sus efectos en la producción agrícola de su aldea.
“En el caso de nosotros, en la aldea, ahí tenemos dos pozos especiales sólo para cultivo, y hemos encontrado una alternativa porque si usted va ahorita ahí va a hallar plátano, va a hallar elote, y ahorita lo que no hay es chile ni tomate porque han dejado de cultivar eso, pero si usted fuera ahorita, halla elotes, halla plátanos y antes quién iba a estar comiendo frijoles cipes en este tiempo y ahora en mi aldea, pues, todo eso hay allí”, revela. Estos pozos sustentan a otras dos familias que residen en las inmediaciones de su vivienda. Juntos, don Saúl y compañía están aprovechando los recursos disponibles, como los pozos especiales de cultivo, para seguir produciendo alimentos y satisfacer las necesidades alimentarias de su comunidad.
En definitiva, don Saúl es un verdadero héroe local, un hombre que ha dedicado su vida a la búsqueda de un recurso vital para diversas personas y también para su comunidad. Su historia es un recordatorio de que la perseverancia, la dedicación y la pasión pueden hacer una gran diferencia en el mundo.
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