Por Yonny Rodríguez
La lectura es un pasatiempo costoso y como no es un hábito en nuestro país, la población prioriza otras distracciones. Así surgieron hace unas dos décadas las librerías de viejo o “low cost” y “eco-friendly”, cuya labor pone al alcance de la gente libros de diversa temática. Omar Flores y Orlando Santos son dos libreros apostados en el centro de Tegucigalpa con quienes conversamos sobre su trabajo.
Omar Flores tiene un historial admirable de superación y tenacidad. Empezó a vender revistas hace unos doce años en el edificio del Correo Nacional, pero cuando sus proveedores se fueron a Nicaragua por los altos impuestos que pagaban, tuvo que poner los ojos en el negocio de los libros. Ahora, Flores recibe donaciones de libros de los egresados universitarios que emigraron a Estados Unidos y otros tiene que ir a comprarlos a las librerías de segunda mano de Comayagüela y Tegucigalpa.
Hay una camaradería notable entre los libreros de la capital. Cuando uno no tiene un libro, manda al cliente a otro librero y viceversa. “No los veo como competencias, si puedo ofrecerles un buen libro para que ellos ganen, lo hago”, señala Flores, quien recibe desde embajadores hasta personas de toda clase social.
En particular, le gusta la historia y la geografía y señala que: “en la Universidad es poco lo que pude aprender, ahora que tengo los libros al alcance, los leo”. Más allá de su labor cultural, Omar Flores también es Licenciado en Periodismo por la Universidad Nacional. Universidad Autónoma de Honduras (UNAH).
“Estudié Periodismo y sigo estudiando para abogado, estudié para demostrarle a la gente que pese a las discapacidades se pueden hacer muchas cosas, las limitaciones no son obstáculos, el obstáculo es uno mismo”, expresa.
Para este dedicado vendedor de textos usados “la venta de libros es un arte” y lo que hace, lo hace con alegría. “Me gustaría que tuvieran el hábito de la lectura, hay que inculcar que la lectura es muy buena, agarren el hábito, aquí hay muchos libros que los están esperando”, cierra.
La bodega de libros de Orlando Santos
Orlando Santos comenzó con 500 lempiras en el negocio de libros usados hace doce años. Está ubicado entre los edificios del Ministerio de Salud y Casa Alianza, donde exhibe algunos textos en una mesita, luego invita alegremente a los clientes a pasar a las bodegas contiguas a la famosa Librería San Antonio.
Como todo, la librería de "Lando" también cerró por la pandemia del Covid-19, por lo que desaparecieron muchos de los antiguos clientes. "Luego me vine a buscar a ver qué hacía y llegaron nuevos clientes", dice.
Santos vende un poco de todo: Sociología, Historia, Matemáticas, Psicología, Marketing, Derecho, Economía, Literatura y Lingüística, entre otros. A pesar de esta magnífica colección, los textos narrativos son los más buscados.
La mayoría de sus clientes son adultos, los jóvenes no llegan a comprar. “Libros para clases ya no buscan”, lamenta Santos.
Concluye: “Siempre he pensado que los profesores deben ser un poco más activos, que pidan el libro para que el libro se venda más: que no dejen caer el negocio del libro… porque la verdad, el negocio del libro ya no es lo mismo. El profesor ahora sólo manda el texto al mismo celular y, para mí, es mejor el libro. Estamos mal ahí ya”.
Más allá de esta situación generalizada, como Omar Flores, cuando Orlando no tiene un texto que un cliente busca, lo envía a San Antonio o al mercado San Isidro. Esto demuestra lo unidos que están los vendedores de libros usados.
Estudios recientes muestran el déficit per cápita de librerías en la capital. Apenas hay de 10 a 15 librerías y bibliotecas para una población de dos millones en la capital hondureña. Y alrededor de 2013, otro estudio encontró que Honduras está entre los países latinoamericanos que menos leen.
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