Por Yonny Rodríguez
La tradición de quemar “años viejos” la última noche del año continúa en Honduras. Miles de jóvenes acompañados de uno u otro adulto improvisan las habituales figuras de trapo.
En otros puntos del país, como la Colonia Germania de Comayagüela, un grupo de ebanistas demuestra con entusiasmo su talento. Durante años se han dedicado a reconstruir personajes de la farándula nacional, en especial aquellos políticos que dieron mucho que hablar en el año que termina.
Estas estructuras atraen a cientos de visitantes de las colonias circundantes cada año. Se ha vuelto costumbre que grupos de amigos o familias enteras viajen a esta zona para verificar la calidad de los monigotes. La idea es dejar el nido familiar un rato e ir a echar unas carcajadas.
La comunidad de Ojojona está en otro nivel en este sentido. En los años ochenta, un grupo de amigos del barrio La Pesa comenzó a construir muñecos altos y grandes como una casa, de saludable pino o encino. Los vecinos acudían solemnemente a convivir alrededor del fuego, como en un ritual de purificación. Años después la actividad decayó.
Una nueva generación de jóvenes retomó esta manifestación cultural hace casi una década, atrayendo a sus barrios a algunos exmiembros. Desde julio y en sus respectivos barrios comienzan la producción de monigotes.
A las cinco de la mañana del 31 de diciembre emergen estructuras delirantes. En ellas se ha utilizado madera y suyate. Cada muñeco está forrado siguiendo los criterios de la técnica de la piñatería.
Actualmente se encienden entre ocho y diez figuras en total en el casco urbano de Ojojona. Los visitantes son atraídos por la pequeña feria que se realiza en cada barrio, donde llegan para calificar el mejor año viejo.
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